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La vulnerabilidad acompañada y cuidada

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16 Noviembre 2020

Estamos viviendo en una época en la que sentimos mucho nuestra vulnerabilidad. Con esta Pandemia estamos descubriendo nuestras fragilidades, un sentido diferente y una forma diferente de vivir el tiempo, y nos hemos encontrado de frente a un fenómeno que no podemos controlar.

La palabra Pandemia nos ha hecho sentirnos más unidos, pero al mismo tiempo nos obligó a estar más lejos, nos ha pedido adoptar medidas de seguridad que nos ayuden a combatir la enfermedad, pero que implicaron cambiar la forma de convivir, poniendo a la prueba nuestras relaciones.

Desde principios de este año, hemos estado actualizando constantemente las medidas a respetar. Me parece necesario detenerme en la importancia que tienen los gestos y las palabras en este momento, donde hay cierto miedo, ansiedad, ciertamente justificados por esta nueva ola de crecientes casos de coronavirus. Eso es cierto, pero creo que también necesitamos ayudarnos a vivir mejor esta realidad.

En los primeros meses del 2020, nos hemos confortado con el lema: "Todo estará bien". Una frase que nos ayudó mucho a vivir con esperanza, pero ahora ¿qué podemos hacer para dar un salto? Porque sabemos que "nada será igual" cuando esta pandemia haya terminado... y entonces, ¿qué queremos decir con la expresión "volver a la normalidad"?

Ciertamente nada será igual, pero ¿cómo podemos vivir mejor esta época que nos toca vivir? En mi opinión, me parece importante subrayar ciertas actitudes y palabras que nos dan esperanza, que nos hacen "sanar", así como respetar todas las medidas que se nos dan con un sentido de responsabilidad y atención hacia los demás. Debemos ayudarnos a superar nuestros temores a través del diálogo, donde es importante sentirnos acogidos en nuestra vulnerabilidad, sentir que caminamos juntos. No estamos solos, "estamos en el mismo barco", como dijo el Papa Francisco. Significa escuchar el corazón, no sólo con los oídos, sino la escucha que acoge sin juzgar, sin querer cambiar al otro, con el deseo de vivir y superar este miedo que nos lleva a lo más profundo de nuestro ser.

Superar el miedo que tantas veces nos hace sentir enojados, agresivos, en el que nuestro lenguaje no se utiliza para construir, sino para demoler. Es importante pasar de las palabras violentas a las "palabras amables".

Si al principio de esta pandemia intentamos estar cerca el uno del otro, ahora necesitamos aún más de nuestra creatividad para acercarnos recíprocamente. La solidaridad es necesaria, pasando del yo al nosotros, porque sólo juntos podemos enfrentar nuestra vulnerabilidad. Necesitamos humildad para ver y acoger la bondad que nos rodea, necesitamos gratitud por la vida cotidiana y por todo lo que se nos ofrece: mi familia, mis amigos...

No podemos vivir sin esperanza, porque en este momento la esperanza es una virtud indispensable, que no debe perderse, y debemos luchar para preservarla frente a las noticias que escuchamos. Frente a las cifras que crecen, también estamos invitados a ver el compromiso de tantas personas que están ayudando, personal médico, trabajadores de la salud, voluntarios, nuestras familias: la presencia de cada uno es esencial y debemos ser solidarios entre nosotros.

A este respecto me parecen importantes las palabras del Papa Francisco en su última encíclica "Fratelli tutti" en el n. 8:

 Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos, un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede enfrentar la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos» [6]. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.

Guadalupe Albor Ortiz mmx

Saveriana da 32 anni, infermiera prima di entrare in congregazione. Ha studiato Teologia presso i Salesiani a Messico, e Riabilitazione fisica presso l’ospedale Santa Margarita a Guadalajara. Dopo aver studiato il francese a Parigi e seguito il corso di Malattie tropicali a Lione, ha trascorso nove anni in Ciad lavorando nell’ambito socio-sanitario, e un anno e mezzo circa nel nord Camerun, accompagnando i catecumeni attraverso la formazione dei catechisti. Attualmente in Italia.