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Creer es confiar, obedecer y caminar

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21 Marzo 2024

En un acercamiento al Evangelio de Juan, que más tarde comencé a denominar como el Evangelio de los Discípulos y las Discípulas Amadas, descubrí que esta comunidad nunca usa el vocablo milagro, sino señal, y que tampoco usa el vocablo fe, sino el verbo creer. Esto me llevó a investigar.

"Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre." (Juan 20,30-31)

Para la comunidad, Jesús no realiza milagros, sino señales. Después de la multiplicación de los panes, la multitud busca a Jesús para hacerlo rey, pero Jesús con sus palabras ayuda a ir más allá de la señal. Los milagros son acciones extraordinarias que llevan a decir: Jesús lo realizó porque era Hijo de Dios, nosotros no lo somos... Las señales revelan a la comunidad lo que ella puede hacer, señales y sobre todo vivir las señales.

De la misma manera, no usa el vocablo fe, sino el verbo creer. Fe es un vocablo, un sustantivo que nos remite a un conjunto de ideas, doctrina, normas, prácticas. Vamos a la catequesis para aprender una doctrina y eso se identifica con tener fe, un bagaje de nociones que muchas veces no alcanzan la vida. Hasta reducimos la fe a doctrina, ideas que generan prejuicios, divisiones y exclusiones. Fe en realidad es creer, es amar que brota de la confianza en alguien: creer es un proceso, un caminar que nunca termina.

Por eso la Comunidad de los Discípulos y las Discípulas Amadas a lo largo de su Evangelio nos habla de señales y de creer: discernir las señales, creer en ellas, tener vida y así hacer señales que al ser testimoniadas suscitan el creer y generan vida.

Pero ¿qué provocó ir a recordar esto? Me acuso, voy a hacer lo que casi nunca hago porque me siento más en sintonía con la Madre Celestina. Hoy me sentí provocada a buscar en los escritos y memorias del Padre Santiago Spagnolo, nuestro Fundador, y encontré el verbo creer, pero hallé el vocablo fe. Esto me instigó a investigar no solo los escritos, sino también la memoria que tengo de él.

La primera cosa que captó mi atención fue el hecho de que casi siempre él habla de la fe, no usa el verbo creer, en las cartas escritas cerca de la Pascua, de hecho, la última carta escrita lleva la fecha de Pascua de 1978, él hizo su Pascua el 22 de marzo, Miércoles Santo.

Creo que no son coincidencias, sino que su creer se arraigaba en el misterio pascual, así como hizo su paso al terminar la celebración de la Eucaristía: vivir su paso en este día, en este momento, fue señal y síntesis de toda su vida: creer.

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La tradición nos dice que Andrés y Juan, que eran discípulos de Juan el Bautista, al escuchar y ver que él señalaba a Jesús como el Cordero de Dios, discernieron la señal y le preguntaron a Jesús: "Maestro, ¿dónde moras? Ven y ve". Fueron donde moraba y permanecieron con él... Creer es amar que brota de la confianza en Alguien: creer es un proceso, un caminar que nunca termina.

Alguien fue Juan para el adolescente Giacomo, una señal que lo señaló y lo llevó desde Rotzo a ver en Vicenza, allí donde comenzó su aventura misionera: creer, es confiar, es amar, es obedecer a la vida: creer es un proceso, un caminar que nunca termina.

"Fe es obedecer", afirma el padre en sus escritos. Traduzco en el lenguaje de los y las Discípulas Amadas: ¡creer es obedecer! Es lo que el padre nos invita en sus escritos. Una vez más confieso que fui incomodada, pero el amor me llevó a reflexionar. Obedecer viene del latín ab-audire, escuchar intensamente. Y, siguiendo en el evangelio las huellas de Jesús, las veo conducidas por su obediencia a la vida. Obediencia a la vida anunciando una nueva forma de relacionarse con lo Divino, en las bodas de Caná. Obedecer a la vida lo lleva a pensar en una nueva forma de vivir la vida consagrada, sin el hábito religioso para igualarse a las mujeres de cada lugar.

Obediencia que llevó a Jesús al pozo, hablar de agua viva con la Samaritana, conversar con ella, reconocer su experiencia de lo Divino, acoger, dialogar y hacerla suya en la evangelización. Obedecer a la vida llevó al padre Santiago a escuchar el llamado e ir en busca del ramo femenino para el carisma xaveriano.

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"Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo" (Juan 5,17). Proclama Jesús a quienes lo criticaban por haber curado en día de sábado. Y ¿cómo no asociar a esto la intensa actividad ejercida por el padre en la obediencia de servir a su familia misionera en las innumerables responsabilidades que los superiores pedían? En la dedicación inteligente y amorosa a las misioneras, ya sea en sus primeros pasos como en establecer los pilares humanos y teológicos que hasta hoy nos sustentan en nuestra presencia misionera en el mundo.

"El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?" Jesús preguntó a Marta y ella respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo" (Juan 11,26). No sé si a lo largo de la vida, en algunos momentos hubo este diálogo entre Jesús y padre Giacomo, pero creo que toda su vida fue este intercambio de palabras. No palabras, sino señales que testificaron su creer. Una película que pasa ante tus ojos es difícil de describir, solo se queda recordando una y otra vez, queriendo vivir para que permanezca en el presente.

Hago Zoom en una presa, algo del padre que nunca acepté hasta lo más profundo: la Omnipotencia Misericordiosa, este querer consagrarnos a ella. La Omnipotencia hasta hoy no me llega. Entonces la dejo de lado y contemplo la Misericordia. Ella me habla de cardia/amor; me habla de rehem/útero; me habla de estar volcada hacia los últimos, a los que están al margen; me habla de creer en Alguien que tiene útero de madre, que es amor; que por amor se desplazó hasta convertirse en último de los últimos; Alguien que tanto amó que acogió la cruz como declaración de amor.

Agradecida, Padre Santiago, por ser señal para mí, para nosotras, Misioneras de María-Xaverianas, para querer ser mujeres que se identifican con las mujeres de cualquier lugar para creer y así ser señal que hace brotar la vida.

Tea Frigerio

Vive in Brasil dal 1974. I primi anni nella diocese di Abaetetuba attualmente in Belém, capitale dello stato del Pará. Impegnata nella formazione degli operatori di pastorale laici, religiose e sacerdoti. Due aspetti segnano la sua ricerca e riflessione biblica: la lettura eco-femminista della Bibbia con la finalità di tessere relazioni di genere e ecologiche che superino tutte le forme di violenza, con attenzione particolare ai popoli originari dell’Amazzonia. Accompagna come esperta.