Compartiendo mi fe!

Hace casi diecisiete años vivo en la Huasteca de Hidalgo, compartiendo la fe con los hermanos indígenas.

¡Ha sido un gran regalo para mí! Ciertamente dirán que aprendí muy bien  la lengua Náhuatl, les diré que no, pero me defiendo, igualmente la gente me ha aceptado.

A pesar de este inconveniente me es  posible realizar mis actividades, porque buena parte de las personas habla los dos idiomas.

A quienes más se les dificulta el español, son a los adultos mayores, que no han estudiado. Con los jóvenes, adolescentes y niños es más fácil la comunicación. Les aseguro que no por eso la gente deja de quererme, pues trato de ser cercana y relacionarme con ellos, tanto en sus casas, como en las calles; además los acogemos en nuestra casa.

Tal vez ya han escuchado, de otros misioneros (as), que la gente aquí es muy acogedora, amable,  generosa y muy fácilmente comparte lo que tiene.  Es muy raro llegar a una casa y no te ofrezcan nada, como mínimo te ofrecen, un vaso de agua, sobre todo cuando hace calor. ¡Esos gestos nos ayudan a vivir el Evangelio!

Ustedes se  preguntaran ¿qué hago?...  En los primeros años de mi llegada acompañaba a las señoras de  la cooperativa de artesanía de bordados que está a nuestro cuidado y trabajaba en la pastoral juvenil a nivel de foranía; acompañaba a dos comunidades en la catequesis sacramental.

En la parroquia acompañaba a un grupo de jóvenes- adolescentes y desde hace un año estoy acompañando, en la parroquia, la catequesis sacramental. Estas son las cosas más relevantes que hago o que hacemos, a decir verdad, se hacen otras muchas cosas, que se presentan en la comunidad o en la parroquia.

En todos estos años he comprobado que el misionero o el cristiano deben de estar disponible a servir, debe encarnar el evangelio para poder ser un testigo fiel de Cristo.

¡Hay mucho que compartir y hacer!, ¡Hay mucha gente que puede hacer algo bueno, solo necesitan que les ayudemos a descubrir su compromiso como bautizados!