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Habitar la vida

Teresina Caffi
682
05 Abril 2018

 "La piedra que los constructores rechazaron se ha convertido en la piedra angular" (Salmo 118,22).

Este es uno de los salmos que Jesús cantó, en la noche de despedida a sus discípulos, antes de irse al huerto de los olivos donde habría de esperar su pasión. Allí debía

enfrentar la última tentación: la de cenfrentar la última tentación: la de constatar el fracaso de su elección de estilo de vida y dar la razón a la lógica vencedora de este mundo, la que Satanás le había propuesto desde el inicio, en el desierto.

La antigua palabra de los Salmos lo fortaleció en su último y dramático dialogo con el Padre. Aunque su alma estaba triste hasta la muerte, él dijo: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieras” (Mc. 14,36b). Sin pedir garantías, fue hasta el final de aquel camino de fidelidad, de entrega de sí mismo, de amor, de no violencia, que lo llevo a la cruz. El velo del templo rasgado de lo alto fue el telón que Dios mismo abrió al mundo para descubrir su rostro.

Para los discípulos de Jesús no se trata de contar, ni de evaluarse, sino de enfrentar la misma noche, de reconocer la misma encrucijada y entrar en la misma lucha interna. No solos, sino ahora, con Él, seguros de su fidelidad.

Cada Pascua es una oportunidad para reajustar nuestras opciones. Seguimos a Jesús en el huerto de los olivos, si bien a nuestro alrededor todo el mundo está dormido. llevamos a esta cita toda nuestra vida, nuestras dificultades, los errores que no dejan de corroernos interiormente, las enfermedades, las casualidades que nos hacen estar en donde estamos: cansados, heridos y decepcionados.

Esa noche, todo lo que es peso y constricción puede convertirse en libre asunción, casa para vivir por elección, único monasterio que nos es dado para cantar nuestro Salmo. La victoria verdadera de nuestras vidas está en nuestras manos y nadie puede robársela. Lo que a los ojos del mundo puede parecer una insignificante piedra, puede llegar a ser a partir de hoy, en Jesús, la piedra angular de un nuevo mundo. Entonces podemos celebrar la alegría de Jesús, la alegría de entrar en esa corriente de vida nueva y eterna que la mañana de su resurrección él ha derramado sobre el mundo.