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El tesoro de México tiene el rostro de los jóvenes

Cecilia Zafferri
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17 Abril 2018

El papa Francisco en su visita a nuestra tierra dijo a los jóvenes: “¡Ustedes son la riqueza de México!”

Es un estímulo que tiene el sabor a un grito de súplica. Es cierto que nuestro México desde tiempo tiene que cohabitar con violencia, alcohol, drogadicción, corrupción; sin embargo tenemos el derecho y el deber de vivir en la esperanza. Nuestra esperanza y nuestro futuro son los jóvenes. Jóvenes que creen, esperan y sueñan un futuro y un mundo mejor, más humano; jóvenes que creen que este sueño se puede realizar si cada uno se compromete en realizarlo, jóvenes que creen que esto es posible solo poniéndose al discipulado de Jesús, creciendo en la fe, encontrando su vocación y su lugar en el mundo.

 No es cierto que todos los jóvenes son flojos, apáticos y encerrados. En Santa Cruz, aprovechando del año de la juventud, estamos tratando de animar a los jóvenes para que descubran el tesoro que tienen en sus manos: su propia vida.

Con el grupito juvenil de la parroquia buscamos nuevos caminos y, por medio de eventos, queremos despertar a otros jóvenes para que se acerquen y puedan reconocer la presencia del Señor en sus vidas, experimentar y acoger su Amor.

Hemos reunidos unos representantes de las comunidades que constituyen la parroquia de Santa Cruz planteándoles unas preguntas: “¿Qué está pasando en nuestra realidad?” ¿Qué están viviendo los jóvenes hoy en día? ¿Qué es lo que los afecta? Con la oración, el tema del año de la juventud, los trabajos de grupo, las dinámicas y los juegos nació el deseo de hacer algo, reunirnos como equipo de coordinación para involucrar a otros jóvenes. Se realizó así el torneo deportivo de futbol varonil y femenil entre las comunidades. Hubo una buena participación contando con medallas y trofeo para el equipo ganador. Al comienzo de la Cuaresma hubo la peregrinación anual a la Catedral de Huejutla con los jóvenes al frente llevando la cruz. También a nivel diocesano estamos tratando de reanimar la realidad juvenil: con el equipo de Foranía (las siete parroquias cercanas) hemos constituido un grupo de jóvenes representantes de sus parroquias para que sean ellos mismos a animar a otros jóvenes. Con este grupo, como primer evento, realizamos una adoración juvenil.

En Semana Santa, en Santa Cruz, hemos querido que se viera la presencia de los jóvenes, que se comprometieran en vivirla para hacer su propia experiencia de Jesús y ser signos y testigos para la comunidad: con unos cuantos fuimos a invitar a los demás jóvenes a las pláticas juveniles (los temas fueron propuestos por los jóvenes); el jueves Santo, en el lavatorio de los pies, fueron ellos mismos a representar los doce apóstoles; el Viernes Santo el Vía Crucis fue preparado con un tinte juvenil y, ellos cargaron la cruz; el sábado prestaron un pequeño servicio para preparar la celebración del sábado de gloria…Pues ¿Jóvenes egoístas, apáticos y flojos?

La esperanza se alimenta con la fe, necesita que Aquel que es confiable la haga crecer; la fidelidad de Dios habita en el hombre, en el joven. Es necesario verlo y reconocerlo y, en medio de nuestro dudar, de nuestro desánimo y de nuestros desafíos confiar. El amor del Resucitado es un amor fiel, paciente y tenaz; es un amor que toca nuestro esfuerzo para creer, nuestro esfuerzo para con los jóvenes; es un amor que toca nuestro gastar y entregar nuestra vida para que otros crean y sigan al Señor de la vida.

No obstante nuestra infidelidad acogemos la mirada de amor del Resucitado para con nosotros. Su humanidad, que ni siquiera la resurrección traiciona, nos permita aceptar la nuestra con sus oscuridades. Aprendemos a mirar a los jóvenes con ojos diferentes, con los ojos y el corazón del Resucitado, con comprensión y paciencia, misericordia y amor. Nuestro deber es seguir siendo testigos creíbles para ellos, acompañarlos al encuentro personal con Cristo, con ellos dar los pasos para que el tesoro y la riqueza que en estos hermanos nuestros están escondidos se transformen en esperanza, justicia, paz y gozo para todos; entonces juntos podremos vivir como resucitados.